La guerra verde y los bombarderos de semillas

ImagenDos de los principales problemas actuales en México y en gran parte del mundo son, por una lado, la escasez de recursos alimenticios y, por el otro, la constante urbanización que está devorando a un ritmo alarmante las escasas áreas naturales que aun se conservan. Ambas cuestiones están relacionadas estrechamente entre si: la disminución de las zonas verdes y de cultivos a manos de la creciente mancha urbana disminuye las dimensiones de las cosechas y hace que muchos agricultores abandonen el campo en busca de trabajo y una vida citadina.

En esta guerra constante entre la naturaleza y el progreso, varios hombres y mujeres han formado guerrillas verdes en contra del crecimiento desmedido de la ciudades, atacando clandestinamente y usando como arma principal un tipo de bomba no letal, pero bastante efectiva: las bombas de semillas.

Las bombas consisten en semillas envueltas en una pelota de arcilla y composta, no mayores que una bola de billar o de tenis. El objetivo es que sean pequeñas, económicas, prácticas y fáciles de cargar y lanzar. Una vez que tienen su armas preparadas, los jardineros guerrilleros simplemente se dedican a arrojarlas por toda la ciudad, con la esperanza de que alguna caiga en un lugar apropiado para que detonen, germinando en varios puntos al azar y así se formen manchones verdes dentro del territorio enemigo.

La arcilla y la composta de que están formadas evitan la deshidratación por una posible exposición prolongada al sol y proporcionan la protección necesaria frente a organismos como aves e insectos. Al mismo tiempo son el sustrato necesario para que se produzca la germinación. Mientras el ambiente esté seco, la arcilla se mantendrá dura; pero cuando comiencen las lluvias, la arcilla empezará a retener agua y, con ayuda del humus que le proporcionará nutrientes, las semillas pueden iniciar su desarrollo.

El poder de los bombarderos de semillas radica en el número. Mientras haya cada vez más personas arrojando docenas de bombas en distintas áreas, aumenta la probabilidad de que alguna germine. Las bombas deben tener consistencia dura antes de ser arrojadas al sustrato, y forma redonda para que puedan absorber este lloviendo agua en cualquier posición en la que caigan.

Las bombas de semillas fueron ideadas a inicios del siglo XX por el agricultor y maestro japonés Masanobu Fukuoka. Fukuoka observó el comportamiento ambiental y natural de semillas envueltas en bolas de arcilla, que fueron utilizadas para el cultivo del trébol blanco (Trifolium repens). y descubrió que las bombas de semillas (Tsuchi Dango como las llamaba) evitaban el trabajo de arar la tierra y usar espantapájaros. El bombardeo de semillas, según Fukuoka, es más eficiente que los métodos tradicionales de reforestación ya que presenta aproximadamente un 2% de éxitos de germinación frente al 0,2% de otros sistemas. Este porcentaje puede aumentarse si se emplean semillas resistentes y capaces de germinar en condiciones adversas.

Esta actividad puede ser difundida a través de pequeños talleres con personas pertenecientes a las localidades donde se piensan lanzar éstas bombas de semillas, para así poder despertar el interés de las personas. Se convierten así en “articultores urbanos” que no sólo mejorarán el aspecto de espacios públicos abandonados (como plazas, terrenos baldíos, canteras, etc.) sino que también pueden llegar a abastecerse de los productos de estas semillas, ya sean flores e incluso algunos frutos.

Siendo esta una actividad de reciente aparición, tiene mucho potencial, por lo que se debe poner especial atención a su correcto empleo. Por lo cual, llevarlo a cabo, debe conocerse a detalle el funcionamiento de la bomba, así como el tipo de semillas que se usarán dependiendo la región, ya que lo mejor es usar plantas autóctonas para no afectar la diversidad propia del lugar.

Esta guerrilla ecológica, no solo tiene como finalidad hacer crecer plantas, sino que esto contribuye a tener mejores espacios para la sociedad, las áreas verdes resultantes pueden brindar lugares de relajación, de convivencia, además de que contribuye al medio y a la recuperación de este.

 

Agradecimientos especiales a Estephanny Lima Méndez y Karina Segundo Martínez por toda la información proporcionada para la creación de esta entrada.

El que tenga más cromosomas gana

Inclínense ante el organismo geneticamente más complejo de la Tierra.

Durante muchos años, en una gran parte del mundo, predominó la idea de que el ser humano era resultado de la creación de Dios; su obra maestra. El hombre había nacido para señorear sobre este mundo y todas las plantas y animales que en el habitan, las cuales a su vez habían surgido para estar al servicio del hombre. Desde la antigua Grecia, cada vez que se intentaba dar un orden al mundo natural, se hacía una clasificación en linea recta: los humanos en la cima, organismos similares por debajo de él, y plantas e invertebrados en el fondo de la escala. Está idea estaban tan arraigada en el conocimiento general de la gente del mundo occidental, que la sola idea de comparar a un hombre (caucásico) con un animal, era de mal gusto. Esta creencia se llevo al extremo de considerar fuera de la clasificación de ‘seres humanos’ a personas de raza negra, asiáticos, aborígenes de América y Oceanía, e incluso a las propias mujeres europeas.

El avance del pensamiento científico y la gran cantidad de descubrimientos hechos desde entonces han echado por tierra esta idea. En la clasificación de los seres vivos que propuso Linnaeus, se incluyó a seres humanos y simios en un mismo grupo: los primates (traducido como ‘primeros’). En este grupo entraron todos los animales con suficientes características antropomórficas (similares a las del ser humano) como para organizarlos en el mismo clado en el que estaba el hombre. Este fue el primer paso hacia la ‘desantropocentralización’ del mundo. Pero aunque ya se consideraba formalmente al hombre dentro del grupo de los animales, seguía estando por encima de todos ellos. Aun era el pináculo de la creación.

El golpe definitivo a esta idea lo dio la teoría de la evolución. El hombre ahora era solo el final de uno de los muchos hilos evolutivos que siguen todos los grupos de seres vivos y que dan como resultado (momentáneo) toda la variedad de organismos que existe hoy en día.

Pero aunque ya no es tan popular ni tan generalmente aceptada como antes, la idea de que el ser humano es el ‘animal supremo’ o la gran obra de la creación, sigue estando bastante difundida por todo el mundo y, tristemente, muchas veces conservando sus tintes racistas primigenios. A pesar de admitir la veracidad de la ciencia como disciplina corroborable y universalmente aceptada, muchas personas siguen creyendo firmemente en la superioridad humana; aunque también se trata a veces de gente que reniega de la labor científica en general y prefiere siempre un curandero antes que un médico. Para los que se encuentran en el primer caso, tenemos un método que podría ayudar a convencerlos. Y tiene que ver con los cromosomas.

Como casi todos sabemos, el ADN es el mapa que contiene las instrucciones para cada ser vivo del planeta. Y en todos los seres vivos (excepto las bacterias), el ADN está agrupado en paquetes de información genética llamados cromosomas. Cada especie tiene un número determinado de cromosomas, y cada individuo tiene los mismos cromosomas equivalentes con la misma cantidad de información. Las bacterias, por otro lado, son seres tan primitivos y sencillos que el acomodo de su información genética en paquetes cromosómicos sería más un problema que una ventaja. Su material genético simplemente flota a lo largo y ancho de la única célula que los conforma como organismos individuales, lista para dividirse o hacer tantas copias desee.

De ahí en fuera, cualquier organismo más complejo que una bacteria tiene, al menos, un cromosoma. Y tal pareciera que mientras más sencillo es un organismo, menos cromosomas presenta (y viceversa). Esto parece tener cierta lógica: se requiere de una cantidad mayor de información para crear un organismo complejo que para uno simple. Y los datos parecieran respaldar esta idea. Los insectos, por ejemplo, tienen una cantidad relativamente pequeña de cromosomas: los mosquitos tienen 6, las moscas de la fruta tienen 8 y las abejas 16. Incluso hay hormigas guerreras de ciertas especies que tienen un solo cromosoma. En cuanto a nuestros alimentos, la cebada tiene 14, la alfalfa 16, la calabaza y la col 18, el arroz 24, y el frijol 22. Nosotros, como el ‘máximo milagro de la naturaleza’ poseemos las orgullosa cantidad de 46 cromosomas. Tenemos incluso más que algunos de los animales más grandes, como las ballenas y los cachalotes (44).

Si nos apegamos a nuestra premisa, el humano, al tener mayor cantidad de cromosomas que muchos organismos, significaría que es, por definición, más complejo que ellos, justificando de esta forma su autoproclamado título de ser máximo de la creación. Salvo por un pequeño detalle… hay organismos aparentemente más simples, y con un número mucho mayor de cromosomas que él.

Un alga marina cualquiera, como las que se forman en los lugares muy húmedos, puede tener hasta 100 cromosomas más que nosotros. El cangrejo rey tiene 208; casi 4 y media veces los que nosotros tenemos. Las colas de caballo, plantas bastantes modestas, tienen 219, mientras que los helechos, plantas más primitivas que cualquier pasto o planta con flor, pueden tener más de mil (el Ophioglussum recitulatum cuenta con 1260 cromosomas). De pronto, empieza a tambalearse nuestra confianza en nuestra superioridad. El protozoo Aulacantha, organismo apenas más complejo que una bacteria en comparación con cualquiera de los organismos arriba enumerados, presenta 800 pares de cromosomas (33.3 veces más que el ser humano). Incluso una ameba, a pesar de tener solo de 6 a 13 cromosomas, cuenta con un mapa genético entero conformado por 600,000 millones de pares de bases de ADN, mientras que el nuestro cuenta solo con 3.000 millones (es decir, 200 veces menos).

Así, nos damos cuenta de que la naturaleza necesita mucha más información para crear un alga, un helecho o una ameba que para hacer un ser humano. Así que, si eres un amante de la humanidad en busca de las glorias perdidas de tu especie como el máximo soberano y único dueño de la Tierra, no esperes mucho apoyo de parte de la genética.

10 datos que probablemente no sabías sobre Jurassic Park

jurassic-park-t-rex-raptorsEl 11 de junio de 1993 se estrenó en los cines de todo el mundo la cinta Jurassic Park, la adaptación del libro de Michael Crichton acerca de un parque de diversiones construido en una isla en los mares del caribe, la cual estaba habitada por reptiles mesozoicos traídos a la vida por experimentos de clonación. Como parte de las celebraciones de su 20 aniversario, se estrenó hace algunos meses en Estados Unidos (y hace unos pocos días en México) la versión adaptada a 3D de esta película.

Esto nos presenta el momento perfecto para repasar algunos datos curiosos acerca de la mítica isla Nublar de Steven Spielberg y sus famosos habitantes.

  • Muchos de los dinosaurios presentados en la película son de tamaño distinto a como habrían sido en la realidad. El dilofosaurio era más alto que cualquier humano, mientras que los velociraptores eran más pequeños que un perro labrador doméstico.
  • La idea de que el dilofosaurio fuese un dinosaurio que arrojaba veneno para cegar a sus presas fue una hipótesis real que estuvo en la mente de muchos paleontólogos. A diferencia de bestias como el tiranosaurio, los fósiles que se han hallado de este dinosaurio sugieren que sus quijada era demasiado débil como para pudiera usarla para cazar otros animales, por lo que se teorizó que debía tener otras formas de procurarse alimento. Además de la hipótesis del veneno, se sugirió que podía ser carroñero.
  • Los comentarios que hacen Alan Grant y Ellie Sattler al ver a los braquiosaurios a cerca de que ‘son de sangre caliente’ y de que ‘no viven en pantanos’ son otro ejemplo de antiguas teorías paleontológicas. Se sugirió que los dinosaurios debían ser seres de sangre fría (que no pueden regular su temperatura corporal por ellos mismos, dependiendo de la luz del sol para ello) y metabolismo lento como todos los reptiles. Por tanto, era poco probable que un animal como el braquiosaurio obtuviera la energía necesaria para mover su gigantesco cuerpo, así lo que lo más probable era que habitara en lo profundo de ríos y lagos para amortiguar su enorme peso, dejando solo la cabeza afuera para respirar. El largo cuello y las fosas nasales ubicadas en lo más alto de la cabeza parecían apoyar esta hipótesis. Ahora se considera que los dinosaurios podían mantener su temperatura corporal por encima de la del ambiente como las aves y mamíferos actuales.
  • El método usado en la película para revivir a los dinosaurios es muy poco viable. En la cinta, se extraía el ADN de mosquitos preservados en ambar. Esto sería difícil de logar, dado que los mosquitos deberían tener al menos 65 millones de años preservados, mientras que la molécula del ADN solo tiene una vida media de poco más de medio siglo antes de comenzar a degradarse.
  • Según la película, el ADN necesario para clonar a los dinosaurios se obtenía de una mina de ambar en República Dominicana. Ironicamente, ninguno de los dinosaurios presentados en la película vivió cerca de lo que en un futuro sería ese país.
  • La preservación de organismos en ambar es una de las formas de fosilización menos comunes de encontrar.
  • Un tiranosaurio joven, los compsognathus y un grupo de pterosaurios (reptiles voladores) son algunos de los dinosaurios del libro que no aparecen en la película. De hecho, el libro relata una escena en un río muy similar a la del ataque de los pteranodones vista en la tercera película.
  • La película presenta la teoría de Alan Grant acerca de la estrecha relación evolutiva entre las aves y los terópodos como el velociraptor cómo nueva, polémica y revolucionaria hasta para sus colegas. En realidad, para entonces esta idea tenía ya más de 100 años de antigüedad y era generalmente aceptada por la comunidad científica desde por lo menos 20 años atrás.
  • Con base en esta idea, los creativos tuvieron la intención hacer que los velociraptores sacaran la lengua como hacen las serpientes actuales para ‘probar’ el aire, pero se dieron cuenta que eso contravenía la idea que querían mostrar acerca de la similitud entre aves y dinosaurios. En películas posteriores incluso se rediseñó a los raptores, cambiando la pupila en forma de ranura vertical como de serpiente por una redonoda (más parecida a la de las aves) y se les agregaron espinas largas y delgadas similares a plumas en la parte posterior de la cabeza y el cuello.
  • En el guión original, los protagonistas escapaban del centro de visitantes al final de la película gracias a que John Hammond aparecía y disparaba a los cables que suspendían el esqueleto del tiranosaurio, haciendo que este cayera y aplastara a los velociraptores. En la versión final se decidió sustituirlo por un tiranosaurio real atacando a los raptores. Lo curioso es que, a pesar de que el tiranosaurio es tan pesado que hace estremecer el suelo con sus pisadas, nadie nota el momento en que entra al edificio.

¿Ciencia malévola? (o por qué debemos jubilar a los científicos locos)

 

‘La liberación del poder del átomo ha cambiado todo, excepto nuestra manera de pensar… La solución a este problema yace en el corazón de la humanidad. Si tan solo lo hubiera sabido, me habría convertido en relojero’ -Albert Einstein

Hace algún tiempo, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)  llevaron a cabo la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México, con el objetivo fue ‘recopilar información relevante para la generación de indicadores que midan el conocimiento, entendimiento y actitud de las personas, relativos a las actividades científicas y tecnológicas’. De acuerdo con esta encuesta, un porcentaje importante de la población no solo confía más en remedios tradicionales, metafísicos y espirituales que en la ciencia, sino que percibe a los científicos como personas frías, sin emociones y ‘peligrosas’ debido a sus conocimientos, y al desarrollo científico como el origen una manera de vivir artificial y deshumanizada.

Esta percepción no es nueva. De hecho, no nos extraña en absoluto. En la cultura popular occidental es fácil encontrar referencias a los ‘científicos locos’: hombres y mujeres de ciencia obsesionados con sus investigaciones y que son capaces incluso de cometer crímenes con tal de completarlas o de concluir con éxito algún experimento. En la ficción, los villanos suelen ser algún ‘doctor algo’, el cual trabaja en algún proyecto que puede poner en peligro desde a unos pocos individuos hasta universos enteros.

En la vida real, no es raro escuchar casos sobre negligencia médica que acarrean la muerte o algún mal de porvida a algún paciente. Activistas y grupos de protección de los derechos de los animales constantemente se manifiestan en contra del uso de organismos vivos en experimentaciones. Sabemos que más de la mitad de los científicos del mundo trabaja actualmente en proyectos militares, y ha sido gracias a la ciencia que se han podido crear las armas más devastadoras de la historia. Todo esto ayuda a reforzar la idea que se tiene acerca de las personas que se dedican a la ciencia y de la ciencia en general.

Todo esto puede llegar a poner a pensar hasta a los propios científicos. ¿Es realmente la ciencia culpable de todas estas cosas? ¿Representa la ciencia más perjuicios que beneficios para la humanidad?. De acuerdo con la opinión pública, podría parecer así.

Pero esto no puede ser del todo cierto, ¿o si?. La ciencia es, al fin y al cabo, solo una disciplina más de la humanidad. Es la herramienta que nos ayuda a entender la forma en que funciona el universo en el que vivimos y, en gran medida, a entendernos a nosotros mismos. Y como cualquier disciplina y cualquier herramienta, no es inherentemente buena ni mala: todo depende del uso que se le de. La ciencia surge con la observación y la experimentación; con la necesidad del ser humano de conocer el mundo que lo rodea. La ciencia nació (y, a la fecha, sigue funcionando) bajo preceptos muy sencillos: sustituir una teoría falsa por una verdadera, la cual a su vez pueda ser comprobada por cualquiera de forma fácil y, de resultar igualmente falsa, sea a su vez sustituida por otra  lo más cercana a la verdad. El conocimiento así adquirido puede y debe ser transmitido libremente, de forma que sea conocido por todos. Así, mientras más personas conozcan y comprueben una teoría, es más probable que esta se acerque a la verdad; por otro lado, si más personas ponen a prueba una teoría, es más probable que alguna de ellas encuentre algún error o excepción a esa teoría, gracias a lo cual el conocimiento científico crece constantemente.

La ciencia como tal ha sido encaminada desde sus inicios a ayudar a la humanidad a conocer (o acercarse a conocer) la verdad sobre casi todo, y que pueda usar ese conocimiento para su beneficio. Como ya dijimos, la ciencia es la herramienta que usamos para obtener conocimiento; el cómo usemos ese conocimiento depende de quien utilice la herramienta, y no de la herramienta en si. El que haya personas que promuevan la obtención del conocimiento científico y lo usen con fines egoístas o altruistas depende completamente de la moral de esas personas y no de la ciencia. Podríamos pensar en la ciencia como un martillo. El martillo es una herramienta poderosa que, en manos hábiles y bien intencionadas, puede ser muy útil a la hora de construir. De igual manera, en manos equivocadas, puede ser un arma sumamente peligrosa. Construir o destruir, depende completamente de quien lo use, no del martillo.

En la historia hay muchos ejemplos de cómo las personas han tomado años de trabajo científico bien intencionado y lo han utilizado para propósitos personales, los cuales muchas veces resultan perjudiciales para otros. Es bastante conocido el caso de Einstein. Antes de su llegada, los científicos del mundo estaban bastante seguros que habían descubierto practicamente todos los secretos de la física. Así, cuando Einstein presentó lo que sería el descubrimiento científico más importante del siglo XX, no sabía que, a la larga, esto desencadenaría una serie de hechos que culminarían con atrocidades como la bomba nuclear o los desastres ecológicos producto de accidentes nucleares.

Menos escandaloso y conocido son las consecuencias que acarrearía otra teoría igualmente relevante, aunque un siglo más vieja: la teoría evolutiva. De ser ridiculizada, la teoría de Darwin pasó a ser, después de un tiempo, generalmente aceptada por casi todo el mundo. Las distintas variedades de organismos surgían de forma azarosa, y los individuos mejor preparados para afrontar las condiciones de su ambiente particular eran seleccionados naturalmente y tenían por esto mayores probabilidades de sobrevivir y dejar descendencia. Esta simple idea vino a reforzar complejos e ideologías supremacistas y racistas que han existido desde siempre; la diferencia es que, según las personas que los profesan, ahora estaban ‘científicamente comprobados’. El caso más famoso es el de Adolf Hittler. Él usó citas extraídas de ‘el origen de las especies’ en su propaganda antisemita para dar ‘credibilidad científica’ a sus declaraciones, e incluso se llegaron a distribuir masivamente páginas enteras del libro (seleccionadas cuidadosamente). A pesar de que Darwin (al igual que Einstein) fue un humanista que creía en la igualdad entre todos los seres humanos, actualmente se sigue usando su nombre para justificar toda clase de atropellos y acciones reprobables. Escuelas elitistas de todo el mundo usan sus ‘teorías’ (generalmente manipuladas, mal comprendidas y/o citadas) para inculcar en los alumnos la idea de que se encuentran en una posición superior a la de una persona normal, y que por esta razón tienen el derecho a decidir sus destinos. Con el pretexto de promover la ‘ley de la supervivencia del más fuerte’ (frase que Darwin no inventó y jamás dijo), miles de personas han llevado a cabo toda clase de despojos y crímenes de odio contra personas de posición socioeconómica y origen étnico distinto al suyo y a las que consideran ‘inferiores’. Cuando estas ideas se presentan en personas con cierto nivel de poder (empresarios adinerados o alguien en algún puesto de gobierno), puede resultar en verdaderos genocidios.

Nada de esto significa que la teoría evolutiva este mal, o que Darwin sea responsable de todos esos crímenes. La teoría de la selección natural abrió al mundo todo un mundo nuevo de preguntas por responder, miles de lineas de investigación y un sin fin de beneficios para la humanidad en toda clase de áreas. La medicina genómica, las ciencias biomédicas, la toxicología, la virología, la ecología, la microbiología, la inmunología, la propia biología y un sin número más de ramas que representan actualmente muchos beneficios al hombre deben la forma en la que las conocemos hoy en día (y muchas de ellas su origen) no en menor medida a lo iniciado por Darwin.

Aunque actualmente en el mundo hay mucho dolor, sufrimiento, destrucción e injusticias por el resultado directo de ciencias como la balística, la bacteriología, la genética, la medicina experimental, la zoología, la química, la farmaceutica, etc., no son estás ciencias las responsables de estos, sino las personas que irresponsablemente decidieron contravenir el principio básico de usarlas para mejorar al mundo y en su lugar las aprovechan con propósitos egoístas. Debemos recordar que así como todas estas ciencias han causado penas en el mundo durante años, también gracias a ellas el hombre ha pisado la luna, encontrado miles de curas para toda clase de enfermedades y ha mejorado la calidad de vida tanto de las personas como de muchos de los organismos con los que compartimos nuestra vida diaria. Creo que lo que nos hace falta es un cambio en nuestra mentalidad, como sociedad y como especie. Procurar el bien común por encima de intereses mezquinos y enfocar todos los esfuerzos en mejorar lo que hemos logrado y hacer nuevos descubrimientos. Dejar de usar nuestros martillos para destruirnos unos a otros y mejor unirlos todos para construir algo mejor.

La humanidad vs. la selección natural

Han pasado más de 150 años desde la publicación de El Origen de las Especies. Desde entonces, las teorías evolutivas de Darwin y Wallace se han visto enriquecidas por los aportes de docenas de investigadores como genetistas, paleontólogos, fisiólogos, químicos, etc., pero sus elementos más empíricos fueron establecidos casi desde sus orígenes.

Antes de contarle al mundo su teoría de la selección natural, Darwin dedicó los primeros capítulos de ‘el Origen’ a explicar otro fenómeno adaptativo: la variación de los organismos en estado doméstico. Recordemos que Darwin argumentaba que eran las condiciones del medio las que determinaban si X organismo con X carga fenotípica era adecuado para subsistir  lo suficiente en ese medio en particular para procrear descendencia. En otras palabras, un ambiente árido presenta por si mismo toda clase de dificultades para un organismo que requiere de condiciones muy específicas o de una gran cantidad de recursos para subsistir. Los animales grandes, con piel oscura o sin protección a la desecación o a la constante radiación solar y sin mecanismos para disipar el exceso de calor, por ejemplo, tendrán muchas más dificultades simplemente para sobrevivir a las condiciones de ese medio, ya no digamos para competir por recursos con otros organismos morfológica y fisiológicamente mejor preparados.

Estos organismos mejor preparados tendrían mayores facilidades para obtener los recursos que necesitan (alimento, agua, refugio), y por consiguiente, tienen mayores posibilidades de conseguir una pareja y tener descendientes. Con el paso de las generaciones, los organismos con las características más adecuadas para ese ambiente habrán sobrevivido. Así, la ‘naturaleza’, mediante este proceso ‘selecciona’ a los individuos mejor preparados y les permite sobrevivir.

Pero hay excepciones a esta regla. Si hay un animal especializado en violar las leyes naturales, ese es el humano. La humanidad a logrado volar, sumergirse a grandes profundidades, llegar y sobrevivir al espacio, modificar masivamente su entorno y su microclíma, mover objetos gigantescos, controlar y duplicar fenómenos naturales, transformar su cuerpo y mejorar artificialmente sus habilidades físicas, a pesar de que, genéticamente hablando, no tendría que hacer ninguna de esas cosas. Y esta particularidad se extiende a muchos de los organismos con los cuales convive y de los que obtiene recursos para vivir. El hombre no solo explota una gran cantidad de organismos para obtener sus productos, sino que a adaptado a los organismos en si mismos a sus necesidades y diversos estilos de vida. Esto, más o menos, es la definición de domesticación.

La domesticación se ha dado prácticamente desde la aparición del Homo sapiens en la Tierra. El hombre tomaba una especie silvestre de la que podía obtener algo (alimento, abrigo, protección, etc), la llevaba a su lugar de refugio y se dedicaba a su crianza: la proveía con todo lo que necesitara para sobrevivir y pudiera seguir dándole su(s) producto(s), la reproducía y repetía el proceso con la descendencia. Incluso llegaba el punto en que pudiera tener un exceso de producto, dándole esto la opción de usar ese exceso para razones distintas al consumo propio (moneda de cambio para usar con otros productores, por ejemplo). De esta forma surgió el comercio (cosa que no nos interesa por el momento). Al irse desplazando por el mundo, el hombre llevó sus especies domesticadas con él, al mismo tiempo que domesticaba nuevas en los lugares a los que llegaba. En cada nuevo ambiente el hombre tenía distintas necesidades que no podía satisfacer con un mismo tipo de organismos. Seguía necesitando más o menos los mismos recursos, pero no todas las especies que había domesticado se adecuaban bien a todos los ambientes. Algunas reducían su producción, mientras que otras simplemente no podían sobrevivir. Afortunadamente, existe el fenómeno conocido como mutación.

La mutación es uno mecanismo que promueve la aparición de nuevas variedades de organismos. Características físicas que pueden aparecer al azar de una generación a otra. Si las mutaciones ayudan al organismo a adecuarse mejor al ambiente, ese organismo tendrá una ventaja por sobre otros de su especie, lo que aumentará su probabilidad de reproducirse y transmitir esa característica adquirida a sus descendientes. Si la mutación perjudica al individuo en su desarrollo, le dificulta obtener recursos o lo pone en desventaja frente a otros organismos de su misma especie o de otras, tendrá mayores probabilidades de… bueno, de morirse. Se dice que la selección natural ‘conserva’ las mutaciones benéficas y ‘rechaza’ las perjudiciales.

Así, después de varias generaciones, las especies domesticadas comenzaron a presentar mutaciones evidentes. Los criadores empezaron a cruzar entre si organismos con cierto tipo de mutaciones y a aislarlos reproductivamente del resto del grupo. De esta forma se dio lugar un proceso de especiación que derivó en la aparición de distintas razas o variedades de una misma especie. En estado silvestre, la especiación se puede dar cuando una población de determinada especie se ve fragmentada por algún tipo de barrera natural que las aisla entre si y las confina a zonas distintas con características ambientales diferentes. Si uno de los fragmentos presenta el ‘pool’ genético suficiente (es decir, si cuenta con suficientes individuos como para que esa población pueda seguir reproduciendoce sin caer en la endogamia) y se mantiene separada de el(los) otro(s) fragmento(s), con el paso del tiempo (y de las mutaciones), ambas poblaciones tenderán a seguir ‘rutas evolutivas’ distintas, gracias a la selección natural y a la diferencia de condiciones entre los distintos medios.

Como ya mencionamos, en la naturaleza, los organismos que presentan las mejores características para sobrevivir a un ambiente dado, tendrán mayores posibilidades de lograrlo. Obviamente. Pero en las especies domesticadas, la historia es muy diferente. No es el medio el que decide que mutaciones se conservan y cuales se desechan; es el hombre. Los criadores y agricultores no eligen una u otra sepa o raza de alguna especie por que piensen que vaya a tener mejores posibilidades de supervivencia. Lo hacen por que saben que esa variedad tiene algun tipo de ventaja en su capacidad de producción por sobre las demás. Ya no estamos hablando de selección natural, sino de selección artificilal.

A veces, cuando somos niños y tenemos mascotas, (un pez, un ave, una tortuga, un hamster, etc), tenemos el ímpetu de tomar ese animalito y ‘devolverlo’ a la naturaleza. Lo que no sabemos es que, cuando liberamos a nuestro pez dorado en un rio, prácticamente lo estamos condenando a la muerte. Contrario a lo que muchos creen, la gran mayoría de los peces de ornato que embellecen las peceras de nuestras casas, oficinas o consultorios no provienen de ambientes naturales. Y la razón es muy simple: en la naturaleza no existen los peces dorados. En realidad son el resultado de cruza tras cruza tras cruza de peces con características muy específicas y que los acuacultores buscan conservar y duplicar en sus criaderos: colores vistosos, colas muy adornadas y llamativas, cuerpos pequeños aunque rechonchos para ser suficientemente visibles, comportamiento pasivo, etc.

Pero lo que para los aficionados de los acuarios puede considerarse un pez perfecto, para la naturaleza es todo lo contrario. En un ambiente natural, lleno de competidores y depredadores, el ser muy vistoso y poco aerodinámico es un problema serio. En condiciones silvestres, lo más probable es que la selección natural acabara con esas mutaciones generaciones atrás, en el punto en el que comenzaran a ser perjudiciales para la supervivencia o éxito reproductivo de sus lineas de portadores. La selección natural no solo habría eliminado a nuestro pez dorado antes de siquiera nacer, sino que habría acabado con sus tatarataratarabuelos. Pero esto no ocurre en el caso de la selección artificial. El acuacultor no buscaba que sus peces fueran veloces, ágiles o camuflados; solo quería que fueran bonitos. Y no tendría por que hacerlo. Él cría peces con la intención de que estos permanezcan durante toda su vida en una caja de vidrio alimentados por un humano. En condiciones así, no necesita ninguna de esas cosas. El problema es cuando tenemos la noble intención de liberar a nuestro pez para que ‘vuelva a donde pertenece’.

El perro es el animal domesticado por excelencia. El grado de vinculación del perro doméstico con el humano llega a tal grado que el perro puede llegar a morir si pierde a su dueño. A pesar de que existen gran cantidad de jaurías ‘ferales’ (descendientes de organismos domesticados que viven de forma silvestre y no están bajo el cuidado de ningún humano y comienzan a recuperar sus instintos) en muchos centros urbanos y áreas suburbanas, estos organismos siguen dependiendo en gran medida de lo que producen los humanos. Muy difícilmente podrán colonizar ambientes verdaderamente vírgenes, sin intervención del hombre, encontrar su propio nicho ecológico y lograr competir con otros depredadores similares a ellos, como los lobos.

El problema de las especies domesticadas es que, junto con la domesticación, viene la dependencia. Prácticamente ninguna podría competir en condiciones naturales con sus similares silvestres. En situaciones de gran agitación social como las guerras o las crisis económicas, las personas involucradas ven sus estilos de vida radicalmente cambiados. En condiciones así, la gente busca la forma se subsistir por si misma con los recursos que le quedan a su disposición, olvidando, obviamente, a todos los animales que los han acompañado a lo largo de sus vidas o incluso de las de sus familias. En las migraciones masivas de refugiados rara vez se ve a gente llevando consigo alguna mascota o animal de trabajo. La razón es muy simple: representa una boca más que alimentar en un momento en el que todos los recursos escasean. Todos estos seres vivos que son dejados atrás deben encontrar la forma de sobrevivir sin la ayuda de los seres humanos, lo cual les es casi imposible, pues nacieron y fueron criados específicamente para eso. En biología, a la dependencia entre dos organismos se le conoce como parasitismo. El parasitismo verdadero conlleva que, mientras uno de los organismos puede vivir libremente, el otro depende completamente del primero para sobrevivir. En el caso de nuestras mascotas, animales de trabajo y organismos domesticados en general, muchas personas no tienen necesidad de cuidar de alguno de ellos (existe el comercio, ¿recuerdan?); sin embargo, ellos siempre necesitarán de nosotros para sobrevivir.

20 gatos que tal vez no sabías sobre los datos.

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  • Mientras que los perros marcan su territorio por medio de la orina, los gatos lo hacen con una glándula sebácea ubicada en su cabeza, entre los ojos y las orejas. Así, cuando un gato se restrega contra una persona, no le está mostrando su afecto; lo está marcando como propio.
  • Los bigotes de los gatos son sumamente sensibles, y distancia entre ellos de punta a punta es igual al ancho del cuerpo del gato. Así, los gatos pueden saber si caben en un determinado espacio estrecho solo metiendo su cabeza: si los bigotes no tocan las paredes, entonces el resto de su cuerpo podrá pasar.
  • A diferencia de los humanos, el pelo de los gatos no crece indefinidamente. Después de determinado tiempo, cada hebra es desechada y remplazada por una nueva.
  • Se desconoce la forma en que funciona el ronroneo de los gatos. No es producido por las cuerdas bucales, pues una vez un gato en Estados Unidos con la garganta destrozada por un perro se puso a ronronear en las piernas de su dueño mientras esperaban su turno en el veterinario.
  • En promedio, un gato domestico en Estados Unidos consume más carne al año que un campesino latinoamericano.
  • Existen razas de gato sin pelo, con cola y patas extremadamente cortas e incluso algunas con más dedos de lo normal.
  • Los gatos de tres colores siempre son hembras.
  • Los gatos blancos con ojos naranjas, azules o heterocromía (ojos de distinto color) generalmente son sordos.
  • Antiguamente si un gato negro presentaba un mechón de pelo blanco en el pecho (llamado ‘el dedo de Dios’), no se le consideraba de mala suerte.
  • A saber, los humanos y los gatos son los únicos animales que cazan por razones distintas a la de obtener alimento.
  • El organismo de los gatos no produce grasa, por lo que deben consumirla en su dieta.
  • El ronroneo de los gatos tiene la capacidad de tranquilizarlos a sí mismos cuando están enfermos o asustados.
  • Los gatos pueden percibir olores con la boca.
  • Los gatos tienen 230 huesos (24 mas que los humanos), de los cuales el 10% está en su sola.
  • Los gatos poseen cerdas sensitivas en el rostro (y algunos en las patas) llamadas ‘vibirisas’. Las vibrisas pueden detectar pequeñas variaciones en el viento, permitiéndole saber si se encuentra ante algún obstáculo sin necesidad de visualizarlo.
  • El gusto es el único sentido que está más desarrollado en los humanos que en los gatos.
  • Salvo por los guepardos, las garras de todos los felinos son retráctiles.
  • Aunque la visión nocturna de los gatos es increíble, los humanos ven mejor durante el día que ellos.
  • El gato más largo del mundo vivió en Nevada, Estados Unidos y llegó a medir 1.22 metros de la nariz a la punta de la cola.
  • La piel de de las almohadillas plantares de los gatos es tan sensible que se pueden llegar a malhumorar si se les acaricia ahí constantemente.

De cómo las vacas están acabando con el mundo

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El campo es y seguirá siendo la principal fuente de recursos alimenticios del mundo.  Mundialmente, el ganado aporta el 15 % de la energía alimentaria total y el 25 % de las proteínas de la dieta, y es la base de los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de casi mil millones de personas. Prácticamente no podríamos sobrevivir sin los productos que se generan en el campo. Además de alimenticios, los cultivos se aprovechan con fines farmacéuticos  de higiene, combustibles ecológicos, composta, forraje, utensilios, construcción, etc. Nuestro estilo de vida, además de la supervivencia de millones de personas, depende de los productos agrarios y pecuarios.

El cultivo de especies animales y vegetales beneficiosas fue de las primeras actividades que desarrolló el ser humano, además de servirle de base para el establecimiento de sociedades. Originalmente, la agricultura y la ganadería se llevaban a cabo en las condiciones y sitios propios a la biología de las distintas especies a cultivar, pues era complicado lograr que se desarrollaran en ambientes distintos o que tuviesen la misma calidad y/o rendimiento. Pero con el progreso de las sociedades, se han desarrollado métodos y herramientas tecnológicas de gran utilidad, al grado de que especies de suma importancia como el maíz, el trigo, las reses, el pollo, etc. pueden cultivarse y criarse en practicamente cualquier lugar del mundo.

Esta internacionalización de especies de importancia alimenticia (la gran mayoría provenientes de Europa) contribuyó a la expansión demográfica y geográfica de los grupos humanos hasta sus cifras actuales: más de 7,000 millones de personas y asentamientos humanos en casi cada rincón del planeta. En éstas condiciones, la agricultura y la ganadería son fundamentales para cubrir la creciente demanda de alimentos de la igualmente creciente población humana. Pero estos requerimientos constantes pueden llegar a ser perjudiciales a futuro para la humanidad.

Aunque no lo parezca, actividades como la agricultura, al ganadería, la minería, el turismo, el comercio, el transporte, el entretenimiento, la construcción, etc. son potencialmente muy dañinas para el ambiente. Practicamente cualquier actividad humana a gran escala representa un riesgo para algún elemento de algún ciclo biótico, lo que a su vez altera todo el sistema, la mayoría de las veces con resultados impredecibles. Para saciar el constante apetito de un mundo siempre en crecimiento, se necesitan cada vez más áreas de cultivo y pastoreo. Al escasear las zonas de pastizales en distintos lugares del mundo, aunado a las carencias, rezago tecnológico y cultural y distintos factores socioeconómicos propios del campo, los productores se ven obligados a modificar el paisaje local, sin conocer lo que esto pueda implicar.

Cada día en el mundo se pierden de 300 a 500 kilómetros cuadrados de selva tropical, y con ella se pierden gran parte de la diversidad biológica (gran parte de ella desconocida). Muchas de las especies silvestres que se destruyen con la tala de selvas y bosques para explotación forestal y la creación de campos de cultivo, forraje, carreteras, etc. pueden tener una gran variedad de usos potenciales que ofrecer a la sociedad de consumo. Desde remedios naturistas tradicionales, hasta como materias primas para sin fin de productos prácticos, la mayoría de estas especies son desconocidas para la ciencia (y por ende, los beneficios que podrían representar); y de las pocas cuyas propiedades si conocemos, hay poco o nulo interés en detener la destrucción de las áreas naturales en aras de hacer uso de estos recursos. Es mucho más rápido, sencillo y práctico seguir destruyendo grandes extensiones de selva para cosechar maíz, que dedicar tiempo y recursos a investigar la diversidad biológica de la zona, identificar las especies explotables y diseñar programas para el uso sustentable de las mismas. 

Además del daño a nivel de especies, el daño que la reducción en el numero de determinado organismo (ya no digamos su total desaparición) repercute en toda la dinámica del ecosistema, que a su vez afecta al ser humano de formas que no podemos prever. Por ejemplo, los suelos destinados a cultivo y a forraje son extremadamente menos fértiles y productivos que el suelo de la selva virgen, debido principalmente a: a) erosión del suelo, pues al retirarse la vegetación natural, el suelo queda expuesto al viento y la lluvia, los cuales reducen la concentración de nutrientes en el suelo, b) la inundación de los suelos; la atenuación del impacto directo de la lluvia sobre el suelo gracias a la captación de agua por parte de los distintos estratos de vegetación de la selva desaparece si simplemente deja de haber arboles, y c) ausencia de materia orgánica en descomposición (muy común en la selva) que devuelva sus nutrientes a la tierra. Este es solo un ejemplo, pero existen problemas mucho más graves, como la destrucción de barreras naturales de especies plaga y fenómenos naturales, la reducción en la tasa de producción de oxígeno y de captación de CO2, cambio drástico del microclima y los regímenes de lluvia, desertificación, etc. que son consecuencia directa de la destrucción de los ricos ecosistemas en busca de nuevas áreas para establecer monocultivos y áreas de pastoreo para las especies pecuarias.

Bien valdría la pena que los distintos gobiernos destinaran recursos ya no a la producción de alimentos sintéticos y de cultivos genéticamente modificados que llevan a cabo poderosas empresas transnacionales, si no a la modernización del campo, a erradicar las carencias en salud, educación, vivienda, vestido y alimentación que sufren las comunidades rurales, a campañas de concientización de productores, usuarios y sociedad en general, al uso de nuevas tecnologías que no atenten contra las escasas reservas naturales del mundo, a la investigación científica, a programas de explotación sustentable de los distintos recursos naturales desconocidos hasta ahora y a la eficientización de la industria y los medios de producción. Lamentablemente, con las tendencias actuales, es bastante difícil creer que algún día esto pueda lograrse.

Aunque uno siempre puede soñar…

De tortugas marinas

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  • Se conocen  8 especies y 5 géneros de tortugas marinas, pertenecientes a solo 2 familias
  • Dentro de la familia Chelonidae se encuentran la tortuga verde, la tortuga prieta, la tortuga de carey, la cahuama, la tortuga golfina, la tortuga lora y la tortuga kikila. Las aletas de estas tortugas presentan aún uñas reminicentes de su pasado como patas caminadoras y sirven a los machos para aferrar a la hembra durante el apareamiento.
  • La única representante viva de la familia Dermochelidae es la tortuga laúd. Esta tortuga tiene adaptaciones mas visibles a la vida marina que el resto de las tortugas. No presenta escamas, y el caparazón es recorrido del frente hacia atrás por 5 crestas o ‘quillas’, además de carecer completamente de uñas en las aletas. Es la tortuga que mas facilmente se adapta a mar abierto y aguas frías. Es la más grande de todas, llegando a medir casi 2 metros de longitud.
  • De las 8 especies de tortugas, 7 anidan en costas mexicanas, con excepción de la tortuga kikila.
  • A diferencia de muchas tortugas terrestres, las tortugas marinas no pueden retraer su cabeza y extremidades dentro del caparazón, debido sus adaptaciones a la vida marina. Algunas de ellas tienen la cabeza reforzada con escamas gruesas, lo que les brinda cierta protección.
  • Las tortugas provienen de reptiles ancestrales conocidos como cotylosaurios. Presuntamente un grupo de estos reptiles primitivos comenzó a almacenar material oseo en la piel, lo que más tarde llevó a la fusión de costillas y vertebras y la formación de una cámara que encerraba y protegía las viseras. 
  • Las primeras tortugas aparecieron en el periodo triasico, hace casi 200 millones de años.
  • El apareamiento de las tortugas marinas puede durar desde 2 días hasta varias semanas.
  • Algunas hembras fecundadas llegan a hacer incursiones exploratorias para encontrar el mejor lugar para anidar antes de animarse a volver para poner sus huevos.
  • Las tortugas tienen depredadores toda su vida. Los huevos y los estadios juveniles en tierra suelen ser atacados por artrópodos (cangrejos y hormigas principalmente), aves y varios mamíferos como mapaches y perros. Una vez de regreso en el mar, son atacados por tiburones, peces en general, orcas, e incluso tigres y leopardos.
  • La comercialización de tortugas se incrementó considerablemente desde el final de la segunda guerra mundial. Se les caza principalmente por su piel, caparazones, el aceite de sus hígados. También suele traficarse con sus huevos.

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Curiosidades sobre los arácnidos

  • Los arácnidos tienen 3 tipos de apéndices: 4 pares (por lo general) de patas caminadoras, 1 par llamado ‘pedipalpos’ (apéndices más o menos largos cerca de la boca con distintas funciones; en escorpiones forman las pinzas), y otro par llamado ‘queliceros’ (los ‘colmillos’ con los que las arañas inyectan veneno). Las arañas tienen un grupo más de apéndices diminutos en la parte trasera del cuerpo llamadas ‘espineretas’ que usan para producir seda y tejer telarañas con ella.
  • No todos los arácnidos son arañas. Las arañas ‘verdaderas’ presentan una estructura básica: partes frontal y posterior del cuerpo (llamados prosoma y opistosoma respectivamente) unidas pero bien diferenciadas una de otra; además de que todas tienen ‘colmillos’ venenosos, patas caminadoras del mismo tamaño y producen seda. Los escorpiones, ácaros, arañas patonas y demás arácnidos no encajan en esta descripción, por lo que no se les considera arañas (orden Araneae)
  • Las arañas patonas (orden Opiliones) presentan el prosoma y el opistosoma completamente fusionados (lo que les otorga un cuerpo redondeado) y carecen de glandulas de veneno y de seda, por lo que no se les considera arañas ‘verdaderas’. Además. son los únicos con un aparato copulador o ‘pene’.
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Colas de cangrejo

Probablemente una de las características más llamativas de los animales sean sus colas. Desde las largas y peludas colas de gatos, lémures, y ardillas, los amplios hasta los estilizados propulsores de peces y mamíferos acuáticos. Ya sean colas emplumadas, escamosas o desnudas, las colas nos fascinan; tal vez por que nos recuerda ese quinto apéndice que a nosotros nos falta y que a veces sentimos que podría sernos útil en muchas tareas de hoy en día. Tal vez por eso no es más difícil tratar de pensar en animales que compartan nuestra condición sin cola. Entre los escasos seres con colas vestigiales o sin rastro alguno de ellas están, obviamente, las ranas y los sapos. También están algunos tipos de mamíferos, como pueden ser ciertos murciélagos, roedores, topos, erizos y varios primates.

En el caso de los invertebrados la tarea es un poco más sencilla. Salvo por algunas excepciones (por ejemplo, el escorpión, los camarones y las langostas), ningún invertebrado presenta algo que encaje en nuestra concepción empírica y generalizada de una ‘cola’. Así, podemos agregar a nuestra lista a arañas, moscas, pulgas, pulpos, las ostras, cangrejos, etc. Sigue leyendo

¿Cuantas flores ve usted aquí?

No, no se trtata de un truco. No es una ilusión óptica. No estamos tratando de jugar con su mente ni de volverlo loco, pero si usted dice que en esta foto solo hay una flor, estaría equivocado.

¿Por qué? Pues verá, la flor que nosotros conocemos como girasol… en realidad no es una flor. Según los botánicos, una flor es un órgano reproductor con funciones y estructuras muy específicas. Todas las flores tienen, además de  pétalos y tépalos (las hojas que cubren la base de la flor), ovarios y/o estambres, lugar donde se encuentran los gametos femeninos y masculinos respectivamente. Pero, si observamos detenidamente al girasol, notamos que no presenta ninguno de los 2. En su lugar, en el centro presenta diminutos pétalos enroscados color café. ¿A que se debe esto? Sigue leyendo

Criaturas inmortales

Él no es el único.

No. No me refiero a ESE tipo de inmortales. Tampoco estoy hablando de los cangrejos, cuya supuesta inmortalidad parecer ser muy popular en las cabezas de la gente pensativa y despistada.

Yo pensaba más bien en… ellos:

Les presento al osito de agua, mejor conocido entre los nerds de la zoología como tardígrado. Pero, ¿que hace tan especial a esta horrible, patética y minúscula cosa? Sigue leyendo