La guerra verde y los bombarderos de semillas

ImagenDos de los principales problemas actuales en México y en gran parte del mundo son, por una lado, la escasez de recursos alimenticios y, por el otro, la constante urbanización que está devorando a un ritmo alarmante las escasas áreas naturales que aun se conservan. Ambas cuestiones están relacionadas estrechamente entre si: la disminución de las zonas verdes y de cultivos a manos de la creciente mancha urbana disminuye las dimensiones de las cosechas y hace que muchos agricultores abandonen el campo en busca de trabajo y una vida citadina.

En esta guerra constante entre la naturaleza y el progreso, varios hombres y mujeres han formado guerrillas verdes en contra del crecimiento desmedido de la ciudades, atacando clandestinamente y usando como arma principal un tipo de bomba no letal, pero bastante efectiva: las bombas de semillas.

Las bombas consisten en semillas envueltas en una pelota de arcilla y composta, no mayores que una bola de billar o de tenis. El objetivo es que sean pequeñas, económicas, prácticas y fáciles de cargar y lanzar. Una vez que tienen su armas preparadas, los jardineros guerrilleros simplemente se dedican a arrojarlas por toda la ciudad, con la esperanza de que alguna caiga en un lugar apropiado para que detonen, germinando en varios puntos al azar y así se formen manchones verdes dentro del territorio enemigo.

La arcilla y la composta de que están formadas evitan la deshidratación por una posible exposición prolongada al sol y proporcionan la protección necesaria frente a organismos como aves e insectos. Al mismo tiempo son el sustrato necesario para que se produzca la germinación. Mientras el ambiente esté seco, la arcilla se mantendrá dura; pero cuando comiencen las lluvias, la arcilla empezará a retener agua y, con ayuda del humus que le proporcionará nutrientes, las semillas pueden iniciar su desarrollo.

El poder de los bombarderos de semillas radica en el número. Mientras haya cada vez más personas arrojando docenas de bombas en distintas áreas, aumenta la probabilidad de que alguna germine. Las bombas deben tener consistencia dura antes de ser arrojadas al sustrato, y forma redonda para que puedan absorber este lloviendo agua en cualquier posición en la que caigan.

Las bombas de semillas fueron ideadas a inicios del siglo XX por el agricultor y maestro japonés Masanobu Fukuoka. Fukuoka observó el comportamiento ambiental y natural de semillas envueltas en bolas de arcilla, que fueron utilizadas para el cultivo del trébol blanco (Trifolium repens). y descubrió que las bombas de semillas (Tsuchi Dango como las llamaba) evitaban el trabajo de arar la tierra y usar espantapájaros. El bombardeo de semillas, según Fukuoka, es más eficiente que los métodos tradicionales de reforestación ya que presenta aproximadamente un 2% de éxitos de germinación frente al 0,2% de otros sistemas. Este porcentaje puede aumentarse si se emplean semillas resistentes y capaces de germinar en condiciones adversas.

Esta actividad puede ser difundida a través de pequeños talleres con personas pertenecientes a las localidades donde se piensan lanzar éstas bombas de semillas, para así poder despertar el interés de las personas. Se convierten así en “articultores urbanos” que no sólo mejorarán el aspecto de espacios públicos abandonados (como plazas, terrenos baldíos, canteras, etc.) sino que también pueden llegar a abastecerse de los productos de estas semillas, ya sean flores e incluso algunos frutos.

Siendo esta una actividad de reciente aparición, tiene mucho potencial, por lo que se debe poner especial atención a su correcto empleo. Por lo cual, llevarlo a cabo, debe conocerse a detalle el funcionamiento de la bomba, así como el tipo de semillas que se usarán dependiendo la región, ya que lo mejor es usar plantas autóctonas para no afectar la diversidad propia del lugar.

Esta guerrilla ecológica, no solo tiene como finalidad hacer crecer plantas, sino que esto contribuye a tener mejores espacios para la sociedad, las áreas verdes resultantes pueden brindar lugares de relajación, de convivencia, además de que contribuye al medio y a la recuperación de este.

 

Agradecimientos especiales a Estephanny Lima Méndez y Karina Segundo Martínez por toda la información proporcionada para la creación de esta entrada.

La humanidad vs. la selección natural

Han pasado más de 150 años desde la publicación de El Origen de las Especies. Desde entonces, las teorías evolutivas de Darwin y Wallace se han visto enriquecidas por los aportes de docenas de investigadores como genetistas, paleontólogos, fisiólogos, químicos, etc., pero sus elementos más empíricos fueron establecidos casi desde sus orígenes.

Antes de contarle al mundo su teoría de la selección natural, Darwin dedicó los primeros capítulos de ‘el Origen’ a explicar otro fenómeno adaptativo: la variación de los organismos en estado doméstico. Recordemos que Darwin argumentaba que eran las condiciones del medio las que determinaban si X organismo con X carga fenotípica era adecuado para subsistir  lo suficiente en ese medio en particular para procrear descendencia. En otras palabras, un ambiente árido presenta por si mismo toda clase de dificultades para un organismo que requiere de condiciones muy específicas o de una gran cantidad de recursos para subsistir. Los animales grandes, con piel oscura o sin protección a la desecación o a la constante radiación solar y sin mecanismos para disipar el exceso de calor, por ejemplo, tendrán muchas más dificultades simplemente para sobrevivir a las condiciones de ese medio, ya no digamos para competir por recursos con otros organismos morfológica y fisiológicamente mejor preparados.

Estos organismos mejor preparados tendrían mayores facilidades para obtener los recursos que necesitan (alimento, agua, refugio), y por consiguiente, tienen mayores posibilidades de conseguir una pareja y tener descendientes. Con el paso de las generaciones, los organismos con las características más adecuadas para ese ambiente habrán sobrevivido. Así, la ‘naturaleza’, mediante este proceso ‘selecciona’ a los individuos mejor preparados y les permite sobrevivir.

Pero hay excepciones a esta regla. Si hay un animal especializado en violar las leyes naturales, ese es el humano. La humanidad a logrado volar, sumergirse a grandes profundidades, llegar y sobrevivir al espacio, modificar masivamente su entorno y su microclíma, mover objetos gigantescos, controlar y duplicar fenómenos naturales, transformar su cuerpo y mejorar artificialmente sus habilidades físicas, a pesar de que, genéticamente hablando, no tendría que hacer ninguna de esas cosas. Y esta particularidad se extiende a muchos de los organismos con los cuales convive y de los que obtiene recursos para vivir. El hombre no solo explota una gran cantidad de organismos para obtener sus productos, sino que a adaptado a los organismos en si mismos a sus necesidades y diversos estilos de vida. Esto, más o menos, es la definición de domesticación.

La domesticación se ha dado prácticamente desde la aparición del Homo sapiens en la Tierra. El hombre tomaba una especie silvestre de la que podía obtener algo (alimento, abrigo, protección, etc), la llevaba a su lugar de refugio y se dedicaba a su crianza: la proveía con todo lo que necesitara para sobrevivir y pudiera seguir dándole su(s) producto(s), la reproducía y repetía el proceso con la descendencia. Incluso llegaba el punto en que pudiera tener un exceso de producto, dándole esto la opción de usar ese exceso para razones distintas al consumo propio (moneda de cambio para usar con otros productores, por ejemplo). De esta forma surgió el comercio (cosa que no nos interesa por el momento). Al irse desplazando por el mundo, el hombre llevó sus especies domesticadas con él, al mismo tiempo que domesticaba nuevas en los lugares a los que llegaba. En cada nuevo ambiente el hombre tenía distintas necesidades que no podía satisfacer con un mismo tipo de organismos. Seguía necesitando más o menos los mismos recursos, pero no todas las especies que había domesticado se adecuaban bien a todos los ambientes. Algunas reducían su producción, mientras que otras simplemente no podían sobrevivir. Afortunadamente, existe el fenómeno conocido como mutación.

La mutación es uno mecanismo que promueve la aparición de nuevas variedades de organismos. Características físicas que pueden aparecer al azar de una generación a otra. Si las mutaciones ayudan al organismo a adecuarse mejor al ambiente, ese organismo tendrá una ventaja por sobre otros de su especie, lo que aumentará su probabilidad de reproducirse y transmitir esa característica adquirida a sus descendientes. Si la mutación perjudica al individuo en su desarrollo, le dificulta obtener recursos o lo pone en desventaja frente a otros organismos de su misma especie o de otras, tendrá mayores probabilidades de… bueno, de morirse. Se dice que la selección natural ‘conserva’ las mutaciones benéficas y ‘rechaza’ las perjudiciales.

Así, después de varias generaciones, las especies domesticadas comenzaron a presentar mutaciones evidentes. Los criadores empezaron a cruzar entre si organismos con cierto tipo de mutaciones y a aislarlos reproductivamente del resto del grupo. De esta forma se dio lugar un proceso de especiación que derivó en la aparición de distintas razas o variedades de una misma especie. En estado silvestre, la especiación se puede dar cuando una población de determinada especie se ve fragmentada por algún tipo de barrera natural que las aisla entre si y las confina a zonas distintas con características ambientales diferentes. Si uno de los fragmentos presenta el ‘pool’ genético suficiente (es decir, si cuenta con suficientes individuos como para que esa población pueda seguir reproduciendoce sin caer en la endogamia) y se mantiene separada de el(los) otro(s) fragmento(s), con el paso del tiempo (y de las mutaciones), ambas poblaciones tenderán a seguir ‘rutas evolutivas’ distintas, gracias a la selección natural y a la diferencia de condiciones entre los distintos medios.

Como ya mencionamos, en la naturaleza, los organismos que presentan las mejores características para sobrevivir a un ambiente dado, tendrán mayores posibilidades de lograrlo. Obviamente. Pero en las especies domesticadas, la historia es muy diferente. No es el medio el que decide que mutaciones se conservan y cuales se desechan; es el hombre. Los criadores y agricultores no eligen una u otra sepa o raza de alguna especie por que piensen que vaya a tener mejores posibilidades de supervivencia. Lo hacen por que saben que esa variedad tiene algun tipo de ventaja en su capacidad de producción por sobre las demás. Ya no estamos hablando de selección natural, sino de selección artificilal.

A veces, cuando somos niños y tenemos mascotas, (un pez, un ave, una tortuga, un hamster, etc), tenemos el ímpetu de tomar ese animalito y ‘devolverlo’ a la naturaleza. Lo que no sabemos es que, cuando liberamos a nuestro pez dorado en un rio, prácticamente lo estamos condenando a la muerte. Contrario a lo que muchos creen, la gran mayoría de los peces de ornato que embellecen las peceras de nuestras casas, oficinas o consultorios no provienen de ambientes naturales. Y la razón es muy simple: en la naturaleza no existen los peces dorados. En realidad son el resultado de cruza tras cruza tras cruza de peces con características muy específicas y que los acuacultores buscan conservar y duplicar en sus criaderos: colores vistosos, colas muy adornadas y llamativas, cuerpos pequeños aunque rechonchos para ser suficientemente visibles, comportamiento pasivo, etc.

Pero lo que para los aficionados de los acuarios puede considerarse un pez perfecto, para la naturaleza es todo lo contrario. En un ambiente natural, lleno de competidores y depredadores, el ser muy vistoso y poco aerodinámico es un problema serio. En condiciones silvestres, lo más probable es que la selección natural acabara con esas mutaciones generaciones atrás, en el punto en el que comenzaran a ser perjudiciales para la supervivencia o éxito reproductivo de sus lineas de portadores. La selección natural no solo habría eliminado a nuestro pez dorado antes de siquiera nacer, sino que habría acabado con sus tatarataratarabuelos. Pero esto no ocurre en el caso de la selección artificial. El acuacultor no buscaba que sus peces fueran veloces, ágiles o camuflados; solo quería que fueran bonitos. Y no tendría por que hacerlo. Él cría peces con la intención de que estos permanezcan durante toda su vida en una caja de vidrio alimentados por un humano. En condiciones así, no necesita ninguna de esas cosas. El problema es cuando tenemos la noble intención de liberar a nuestro pez para que ‘vuelva a donde pertenece’.

El perro es el animal domesticado por excelencia. El grado de vinculación del perro doméstico con el humano llega a tal grado que el perro puede llegar a morir si pierde a su dueño. A pesar de que existen gran cantidad de jaurías ‘ferales’ (descendientes de organismos domesticados que viven de forma silvestre y no están bajo el cuidado de ningún humano y comienzan a recuperar sus instintos) en muchos centros urbanos y áreas suburbanas, estos organismos siguen dependiendo en gran medida de lo que producen los humanos. Muy difícilmente podrán colonizar ambientes verdaderamente vírgenes, sin intervención del hombre, encontrar su propio nicho ecológico y lograr competir con otros depredadores similares a ellos, como los lobos.

El problema de las especies domesticadas es que, junto con la domesticación, viene la dependencia. Prácticamente ninguna podría competir en condiciones naturales con sus similares silvestres. En situaciones de gran agitación social como las guerras o las crisis económicas, las personas involucradas ven sus estilos de vida radicalmente cambiados. En condiciones así, la gente busca la forma se subsistir por si misma con los recursos que le quedan a su disposición, olvidando, obviamente, a todos los animales que los han acompañado a lo largo de sus vidas o incluso de las de sus familias. En las migraciones masivas de refugiados rara vez se ve a gente llevando consigo alguna mascota o animal de trabajo. La razón es muy simple: representa una boca más que alimentar en un momento en el que todos los recursos escasean. Todos estos seres vivos que son dejados atrás deben encontrar la forma de sobrevivir sin la ayuda de los seres humanos, lo cual les es casi imposible, pues nacieron y fueron criados específicamente para eso. En biología, a la dependencia entre dos organismos se le conoce como parasitismo. El parasitismo verdadero conlleva que, mientras uno de los organismos puede vivir libremente, el otro depende completamente del primero para sobrevivir. En el caso de nuestras mascotas, animales de trabajo y organismos domesticados en general, muchas personas no tienen necesidad de cuidar de alguno de ellos (existe el comercio, ¿recuerdan?); sin embargo, ellos siempre necesitarán de nosotros para sobrevivir.

De cómo las vacas están acabando con el mundo

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El campo es y seguirá siendo la principal fuente de recursos alimenticios del mundo.  Mundialmente, el ganado aporta el 15 % de la energía alimentaria total y el 25 % de las proteínas de la dieta, y es la base de los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria de casi mil millones de personas. Prácticamente no podríamos sobrevivir sin los productos que se generan en el campo. Además de alimenticios, los cultivos se aprovechan con fines farmacéuticos  de higiene, combustibles ecológicos, composta, forraje, utensilios, construcción, etc. Nuestro estilo de vida, además de la supervivencia de millones de personas, depende de los productos agrarios y pecuarios.

El cultivo de especies animales y vegetales beneficiosas fue de las primeras actividades que desarrolló el ser humano, además de servirle de base para el establecimiento de sociedades. Originalmente, la agricultura y la ganadería se llevaban a cabo en las condiciones y sitios propios a la biología de las distintas especies a cultivar, pues era complicado lograr que se desarrollaran en ambientes distintos o que tuviesen la misma calidad y/o rendimiento. Pero con el progreso de las sociedades, se han desarrollado métodos y herramientas tecnológicas de gran utilidad, al grado de que especies de suma importancia como el maíz, el trigo, las reses, el pollo, etc. pueden cultivarse y criarse en practicamente cualquier lugar del mundo.

Esta internacionalización de especies de importancia alimenticia (la gran mayoría provenientes de Europa) contribuyó a la expansión demográfica y geográfica de los grupos humanos hasta sus cifras actuales: más de 7,000 millones de personas y asentamientos humanos en casi cada rincón del planeta. En éstas condiciones, la agricultura y la ganadería son fundamentales para cubrir la creciente demanda de alimentos de la igualmente creciente población humana. Pero estos requerimientos constantes pueden llegar a ser perjudiciales a futuro para la humanidad.

Aunque no lo parezca, actividades como la agricultura, al ganadería, la minería, el turismo, el comercio, el transporte, el entretenimiento, la construcción, etc. son potencialmente muy dañinas para el ambiente. Practicamente cualquier actividad humana a gran escala representa un riesgo para algún elemento de algún ciclo biótico, lo que a su vez altera todo el sistema, la mayoría de las veces con resultados impredecibles. Para saciar el constante apetito de un mundo siempre en crecimiento, se necesitan cada vez más áreas de cultivo y pastoreo. Al escasear las zonas de pastizales en distintos lugares del mundo, aunado a las carencias, rezago tecnológico y cultural y distintos factores socioeconómicos propios del campo, los productores se ven obligados a modificar el paisaje local, sin conocer lo que esto pueda implicar.

Cada día en el mundo se pierden de 300 a 500 kilómetros cuadrados de selva tropical, y con ella se pierden gran parte de la diversidad biológica (gran parte de ella desconocida). Muchas de las especies silvestres que se destruyen con la tala de selvas y bosques para explotación forestal y la creación de campos de cultivo, forraje, carreteras, etc. pueden tener una gran variedad de usos potenciales que ofrecer a la sociedad de consumo. Desde remedios naturistas tradicionales, hasta como materias primas para sin fin de productos prácticos, la mayoría de estas especies son desconocidas para la ciencia (y por ende, los beneficios que podrían representar); y de las pocas cuyas propiedades si conocemos, hay poco o nulo interés en detener la destrucción de las áreas naturales en aras de hacer uso de estos recursos. Es mucho más rápido, sencillo y práctico seguir destruyendo grandes extensiones de selva para cosechar maíz, que dedicar tiempo y recursos a investigar la diversidad biológica de la zona, identificar las especies explotables y diseñar programas para el uso sustentable de las mismas. 

Además del daño a nivel de especies, el daño que la reducción en el numero de determinado organismo (ya no digamos su total desaparición) repercute en toda la dinámica del ecosistema, que a su vez afecta al ser humano de formas que no podemos prever. Por ejemplo, los suelos destinados a cultivo y a forraje son extremadamente menos fértiles y productivos que el suelo de la selva virgen, debido principalmente a: a) erosión del suelo, pues al retirarse la vegetación natural, el suelo queda expuesto al viento y la lluvia, los cuales reducen la concentración de nutrientes en el suelo, b) la inundación de los suelos; la atenuación del impacto directo de la lluvia sobre el suelo gracias a la captación de agua por parte de los distintos estratos de vegetación de la selva desaparece si simplemente deja de haber arboles, y c) ausencia de materia orgánica en descomposición (muy común en la selva) que devuelva sus nutrientes a la tierra. Este es solo un ejemplo, pero existen problemas mucho más graves, como la destrucción de barreras naturales de especies plaga y fenómenos naturales, la reducción en la tasa de producción de oxígeno y de captación de CO2, cambio drástico del microclima y los regímenes de lluvia, desertificación, etc. que son consecuencia directa de la destrucción de los ricos ecosistemas en busca de nuevas áreas para establecer monocultivos y áreas de pastoreo para las especies pecuarias.

Bien valdría la pena que los distintos gobiernos destinaran recursos ya no a la producción de alimentos sintéticos y de cultivos genéticamente modificados que llevan a cabo poderosas empresas transnacionales, si no a la modernización del campo, a erradicar las carencias en salud, educación, vivienda, vestido y alimentación que sufren las comunidades rurales, a campañas de concientización de productores, usuarios y sociedad en general, al uso de nuevas tecnologías que no atenten contra las escasas reservas naturales del mundo, a la investigación científica, a programas de explotación sustentable de los distintos recursos naturales desconocidos hasta ahora y a la eficientización de la industria y los medios de producción. Lamentablemente, con las tendencias actuales, es bastante difícil creer que algún día esto pueda lograrse.

Aunque uno siempre puede soñar…

Una historia de aves, plantas y genocidio

Las islas Molucas o islas de las especias (un archipiélago de Indonesia), es un archipiélago cuyos habitantes han sido sometidos por siglos por Holandeses, Portugueses, Ingleses y demás europeos; ésto debido a su gran diversidad de especies muy valiosas como la nuez moscada y el clavo de olor; claro, todo esto después de violentas guerras y enfrentamientos que pueden buscar en wikipedia. Sigue leyendo

Minería en Wirikuta, un atentado cultural y natural.

Mi nombre es Palmira Cuéllar, estudiante de Geociencias en la UNAM. Mi interés esta enfocado en las relaciones que existen entre los fenómenos meteorológicos y el desarrollo y evolución de nuestro planeta tierra.

Entre mis inquietudes se encuentra una problemática  que con los años se ha vuelto cada vez más dañina; quiero hablar específicamente sobre la minería, la minería que hasta ahora ha sido una actividad necesaria para el desarrollo de la humanidad pero una destrucción del sistema e inestabilidad de este.

Sabemos que México ha sido un país minero por la gran cantidad de minerales que posee, pero a lo largo de su historia muchos otros gobiernos han aprovechado este “privilegio” y se han apoderado de nuestra riqueza mineral, gracias a una mala y deficiente política mexicana.

En este pequeño artículo no trato de dar cifras exactas ni datos realmente científicos,  solo es para tratar de concientizar  de lo que estamos siendo victimas todos los mexicanos. Sigue leyendo

Cuatro Ciénegas, Un valle en medio del desierto con vida prehistórica

Cuatro Ciénegas es un valle perdido en el desierto de Chihuahua que tiene como 300 pozas de agua de colores.  Emergió del mar hace muchos millones de años, cuando la corteza terrestre se dividió, el valle quedó aislado por las diversas montañas que lo rodean y en la laguna comenzó una forma de vida muy singular que es un tesoro invaluable para la humanidad.

En Cuatro Ciénegas es posible encontrar especies animales y vegetales endémicas que tuvieron un proceso evolutivo como el que encontró Charles Darwin en las islas Galápagos. Se trata de una zona con alta densidad de especies endémicas, esto es, especies que solo pueden ser encontradas ahí y en ningún otro lugar del planeta. Esto es especialmente notorio en las especies acuáticas que no existen en ninguna otra parte del mundo. Hay algunos peces y animales característicos de lagunas, tortugas que parecen marinas, pero sobre todo hay estromatolitos, que alimentan a estos peces y caracoles como en el principio de la vida. Los estromatolitos, sin alardear, ¡fueron los organismos que inventaron la fotosíntesis! y sí, se encuentran en ese recinto natural.

Estromatolitos vivos en Cuatro Ciénegas, los primeros fotosintetizadores del planeta.

El agua de Cuatro Ciénegas le daba de beber a las criaturas más antiguas que han existido, muchas de las cuales, no conocemos. Ellas transformaron el planeta tierra en un planeta habitable. Cuando ellas surgieron en el Arqueano, hace 3 mil 800 millones de años, la atmósfera era irrespirable, era de CO2. El CO2, dióxido de carbono, es con lo que te puedes suicidar, si quieres; y el mar, es ácido sulfúrico. Estas pequeñas criaturitas, que sobrevivieron para contarnos la historia de Cuatro Ciénegas, cambiaron primero la atmósfera a una atmósfera de oxígeno que ahora respiramos, es decir, fotosintetizaron por primera vez en la historia del planeta. Luego precipitaron una gran glaciación, que se le llamó ‘la bola de nieve 2’, que le dio agua fresca con fósforo y oxígeno a las primeras algas, aquellas que descubrió la eminente científica Lynn Margulis y gracias a eso estamos aquí, porque esas pequeñas bacterias que hacen los estromatolitos en Cuatro Ciénegas cambiaron el destino del planeta. A ellas les debemos no sólo la civilización sino el estar vivos. Las formas de vida aquí son tan extremas y tan antiguas, que incluso la NASA ha hecho estudios aquí para estudiar posible vida en Marte.

Valle de Cuatro Ciénegas

Valle de Cuatro Ciénegas.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. La doctora Valeria Souza Saldivar, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, ha dedicado sus estudios a Cuatro Ciénegas. En un estudio que realizó en Octubre de este año en una de la zona de Churince, la Doctora relata en un escenario donde los peces habían muerto por falta de agua y las tortugas habían rasguñado la tierra antes de morir,  “Lo que más me dolió fueron los rasguños de las tortugas marinas buscando el agua que ya no hay. Las patitas de los coyotes y de los mapaches las encontraron agotadas y se las despacharon cuando ya habían muerto de agotamiento buscando el agua. Los estromatolitos estaban totalmente muertos. Es un crimen, un ecocidio. Lo que me tiene más rabiosa es que se pudo haber evitado, dimos la alarma a tiempo y el gobierno que en teoría iba a actuar, no hizo nada porque le dio la tarea a un inepto: José Luis Luege Tamargo, el comisionado del agua” Este hombre ha vendido el agua de esta zona a empresas lecheras, como Nestlé, Lala y Alpura, quienes la usan para regar cultivos de forraje y alimentar vacas en una zona donde el agua no debería usarse para cultivos.

“Solo cinco años nos tomó asesinar Churince y ahora queremos salvar los dos tercios del valle que aún pueden rescatarse si se actúa rápidamente y se para la extracción del acuífero con un decreto presidencial de ‘¡Salven esto!”

“Es inconcebible que se pierda la riqueza de Cuatro Ciénegas por la apatía y la soberbia de individuos como Luege Tamargo instalados en el poder que no tienen la menor idea de la riqueza científica del valle y restan importancia a lo mejor por intereses inconfesables. Si lo que los políticos buscan es popularidad y la simpatía de la gente, que lo consigan a través de un trabajo dirigido al bienestar de la población mexicana y no enfocado a sus intereses personales.

No todo está perdido, se espera crearse un laboratorio en esa zona que ayude a su conservación y protección, en la que los pobladores de la región se beneficiarían de las investigaciones. Como ciudadanos podemos ayudar informándonos, informando y evitar consumir productos que contribuyan a esta devastación. Como estudiantes, considero que debemos informarnos y contribuir al estudio de esta zona. No solo en el ámbito científico, sino como conocedores de los ecosistemas naturales, buscar tener una voz en la toma de decisiones de los recursos naturales del país.

Les dejo un video de la Doctora Souza explicando la importancia de Cuatro Ciénegas 🙂 

De Bosques y Guerras Mundiales

En el otoño de 1941, al comienzo de la Gran Guerra Patria que sostuvo el pueblo soviético contra los nazis alemanes, éstos emprendieron la ofensiva contra Moscú, capital de la Unión Soviética. Los habitantes y el ejército de este pais dedicaron todos sus esfuerzos para frenarles el avance: cavaban fosas, hacían volar puentes. Y en lugar del camino que atravesaba el bosque, los soldados, ayudados por los lugareños, derribaban muchos árboles. Con un sordo gemido, enormes abetos caían uno tras otro sobre el camino, haciéndolo intransitable. Los tanques no lograron salvar el obstáculo.

Ya rechazado el enemigo, el resto de ese bosque fue talado para construir viviendas en las aldeas cercanas que quedaron reducidas a cenizas. Así, ese viejo bosque de abetos, donde antes de la guerra la gente recogía setas, dejó de existir.

Sin embargo, transcurridos algunos años, en aquel mismo lugar, empezó a nacer otro bosque. Pero ¿por qué crecían ahora abedules y no abetos? Nadie los había sembrado.

La cosa se explicó de modo muy sencillo: los abedules de un bosque cercano «enviaron» sus semillas a aquel lugar desolado.

Abeto

Los abetos son parte de la familia de las pináceas, son los clásicos «árboles de navidad». Su altura varía de 10 a 80 m. y tiene hojas en forma de aguja.

¿cómo lograron hacerlo? ¿quién les ayudó?

Les ayudó el viento. Y fue posible gracias a que el fruto del abedul tiene dos diminutas alas, como una pequeña mariposa.

Los abedules son árboles caducifóleos que miden entre 10 y 30 metros. Señalado con el número 7 se observa el fruto «alado» del abedul, las alas son más anchas que la nuez, lo que facilita su transporte por distancias largas.

Los frutos «alados» del abedul realizan vuelos magníficos. El viento los arranca de su planta madre y los lleva muy lejos, a veces, a la distancia de un kilómetro. Allí caen, germinan y se convierten en su debido tiempo en pequeños abedules.

Los frutos del abedul efectúan semejantes vuelos cada primavera. Antes de la guerra, también volaban por millares hacia aquel bosque de abetos. Pero no tenían suerte. Apenas brotaban, perecían a causa de la densa sombra. A los abedules les gusta mucho el sol, la abundante luz, pero en el bosque de abetos siempre reinaba la penumbra. Por eso, todos los brotes de abedul perecían. En cambio al ser talados los abetos, apareció muy pronto el esplendor de los abedules.

OSIPOV, NIKOLAI. Viajes sin pasaje. Moscú; Editorial Raduga. 1985,